La primera visión de un sueño

Más que ver para creer,  parece que casi siempre se ve lo que se cree (...)  Conocer es reconocer. 

Ángel Rosenblat.

Para mi la palabra siempre ha sido un mágico misterio por el que me he sentido irremediablemente atraída, ese fascinante poder creador que sostiene, dando existencia a la que se nombra; o suprimiendo todo aquello que se esconde en el silencio. 

Esa pasión por comprender el extraordinario don que poseemos como especie, me condujo, hace unos años atrás, a la Escuela de Letras en la UCV, y siguiendo esa misma ruta me asomé, tímidamente, al Instituto de Filología Andrés Bello, cuando apenas comenzaba mis estudios universitarios. Sin sospechar que, sólo seguía una suerte de instinto que me daría respuestas, y me abriría un camino para aprehender una pequeñísima fracción de este enigma que entraña para mí el verbo.

Instituto Filología Andrés Bello, UCV


Entre la cantidad de cosas maravillosas que descubrí en esta aventura está la obra del  lingüista y filólogo, Ángel Rosenblat, fundador de ese recinto que reunía a otros tantos curiosos que, como yo, sólo buscaban entender esa maraña de signos que nos definen y nos configuran. Fue una experiencia inolvidable, en la que tuve el privilegio de conocer a grandes maestras en el área: Martha Shiro, Paola Bentivoglio, Mercedes Sedano, Irania Malaver; por mencionar solo algunas de las personas que guiaron mi aprendizaje durante esos años. Me enorgullece además que sean de las figuras más importantes del área lingüística latinoamericana. Cómo no sentirme dichosa de haberme atrevido a tocar ese timbre en el piso 11, del edificio de la Biblioteca Central, que me abría las puertas a un lugar encantado.

Volviendo a Rosenblat, uno de los primeros ensayos que leí de su vasta obra,  y que de inmediato me fascinó fue La primera visión de América*, una extraordinaria síntesis histórica del primer encuentro del conquistador europeo con América. Detalladamente, va describiendo lo que implicó ese primer hallazgo, especialmente desde el punto de vista de la palabra. Nos presenta al conquistador frente a lo inhóspito, a un mundo casi onírico.

Este ensayo de Rosenblat se inicia con dos interrogantes "¿Qué imagen proyectó esa realidad americana en su retina europea? ¿Cómo fue dando nombre a las cosas, a los lugares, a las instituciones?" Preguntas que, de alguna manera, me conectaban con mi propia curiosidad  ¿Cómo no sentirme atraída entonces por la cosas que Rosenblat tenía que decirme? Así, me dejé conquistar por su prodigiosa obra, un verdadero tesoro. 

***

Nada pasa por azar, nuestras mayores curiosidades y ambiciones son las que nos llevan a nuestro destino necesario. Para bien o para mal la Conquista fue una empresa que se inició con interrogantes y ambiciones, y que dio como resultado un encuentro deslumbrante para el hombre europeo

Al encontrarse con lo nuevo, Colón empezó a darle nombres viejos (...) Es decir, hizo entrar la realidad nueva en las manos tradicionales de la propia lengua, puso el vino nuevo a los odres viejos.

Rosenblat, a lo largo de este ensayo, se detiene en ese aspecto propio del hombre de conocer lo nuevo a través de lo ya conocido. En el caso del "descubrimiento de América", los conquistadores se vieron en la necesidad de ese "reconocimiento" debido a la imposibilidad de comprenderlo de otra manera, desconocían la lengua de ese lugar y, por tanto, era más practico asociar lo novedoso con sus conocimientos y experiencias. Cuestión de intereses, tal vez.

En la lectura conseguimos maravillosos ejemplos de cómo y por qué el conquistador fue nombrando la nueva realidad. Menciona casos como el maiz, llamado Panizo por Colón debido el parecido a la gramínea de origen oriental que no existía en América; otro caso que señala es la piña, bautizada así por Colón por su analogía externa con el fruto del pino. De esta manera se impusieron nuevos nombres a cosas y lugares que ya en América existían con centenares de nombres para designarlos.

Conociendo un poco mejor este encuentro, pareciera entonces que nuestra aprehensión de la realidad no viene dada por lo que experimentamos como tal, sino, por todo lo que compone nuestra visión del mundo, ese imaginario prefabricado es el que nos filtra las cosas tal y como son. Toca revisar entonces cómo estamos nombrando nuestra realidad inmediata para entender de qué estamos hechos.

Finalmente, resulta sorprendente darse cuenta, con la lectura de este ensayo, de que nacimos y gozamos del privilegio de vivir en el Paraíso Terrenal, en un continente lleno de gracia, de riquezas, de esplendor. Sólo bastaría leer algunas lineas del Diario de Colón para percatarse de ello. El conquistador encontró en América la novedad y la enmarcó en sus experiencias, en sus ilusiones y en sus recuerdos. Es la visión de un sueño; el encuentro del soñador con su quimera. 

Asumo como tarea pendiente re-conectarme con la visión idílica y fantástica de este mágico lugar, la tierra donde fabrico mis más preciados sueños. 

* Rosenblat, Ángel. (1969). La primera visión de América y otros estudios. 2a Edición. Ministerio de Educación. Celección Vigilia. Caracas. Paginas: 13-38.

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